Me encuentro en ese innumerable grupo de personas que cada comienzo de año se hacen propósitos de enmienda. A veces son los típicos, los que nadie cumple: dejar de fumar, hacer deporte, estudiar algo, esas cosas. Pero ahora me he dado cuenta del poder de los propósitos que pueden parecer insignificantes, que viene a ser algo así como el dios de las pequeñas cosas. Así, el año pasado me propuse tener más vacío el congelador y tirar menos comida. Lo del congelador es porque cuando voy a la compra me posee un espíritu de madre numerosa, de las que viven con los suegros incluso. Esto quiere decir viviendo sola, desayunando y comiendo fuera la mayor parte de los días de la semana tenía los 3 cajones del combi a reventar. A este espíritu le acompañan momentos de optimismo injustificado y de concepciones del tiempo absolutamente elásticas, cuya consecuencia era al final no he hecho el pollo asado que pensé iba a hacer hace una semana y para lo que saqué el pollo del congelador. Resumiendo, que he conseguido tirar menos cosas, tener un ambiente más saludable en mi casa con tanto alimento mutando y poder tener ¡hasta hielo! en ese combi.
Pues este año bisiesto tengo otro, mucho más abstracto: demostrarles más cariño a mis amigos. Y esto, que parece fácil, no sé si lo va a ser tanto, pero yo lo voy a intentar. Y tengo otro, este sí difícil difícil, que es el de que el orgullo no me impida pedir ayuda, de la que sea. Voy a ver como lo gestiono.
Pero además, aún a riesgo de pecar de avariciosa, quiero pedirles a mis maripilis que escriban, aquí o donde sea, si es aquí mejor.
¿es mucho pedir?
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